En vísperas del día siguiente, habiéndose ocultado ya el sol, decido tomar un pequeño paseo movido por la necesidad de tomar un poco de aire y despejar la mente. El camino recorrido es familiar para mí: calles y avenidas con casas grandes y hermosas, árboles frondosos, un cielo estrellado azul púrpura y un viento en extremo agradable, de ése que rosa tus mejillas y cabello para serenarte y crear un ambiente perfecto de satisfacción y comunión con aquello que te rodea. El susurro del viento hace juego con los chirridos de los insectos que cantan para dar la bienvenida a la noche, mientras me dirijo al parque más hermoso de la ciudad para poder encontrar ese "algo" que, creo yo, despejará mi mente.
En un instante, como si de un invasor se tratara, me asalta un sentimiento que me empuja a entrar en un estado de perfecta atención al paisaje. Esta atención me lleva a una percepción tan sensible que no puedo dejar escapar ningún silbido del viento; ni una sola hoja de los árboles; ninguna estrella del inmenso cielo sobre mí.
Cada raíz, cada sonido, cada color, olor y textura se mezclaban y daban como resultado la más sublime obra de arte jamás creada; la sinfonía más perfectamente estructurada y ejecutada.
De manera que cada árbol e insecto no eran ya materiales y sensitivos; cada roca y nube en el cielo no eran ya ajenos; cada monte y cada porción de césped no eran ya fenómenos alienados entre sí. Ni un solo componente de la obra era ya individual, !Eran todos uno solo¡ Y ese "uno solo" ahora era inmanente en mí .
-!Qué maravilla¡ !Qué perfección¡- recuerdo haber exclamado a pecho abierto. Entonces se humedecieron mis ojos pero me resistí a derramar lagrima alguna (llamenlo justamente orgullo) pues lo sentía como signo de inferioridad ante tal magnitud de belleza Estética.
Marie-Henry Beyle |
Por supuesto, no era un sentimiento nuevo. Muchas otras veces había sentido algo semejante. No sólo con paisajes hermosos en momentos determinados, sino, también, y principalmente, con obras musicales como "Don Giovanni" del maestro Mozart, algunas películas y con algunas obras maestras Vídeo Lúdicas (¿por qué no? soy un nostálgico de lo retro) así como también algunas esculturas y pinturas.
Por tanto, me pregunté si acaso era yo la única persona a la que le pasaba ésto. Llegué a pensar que era un hombre cursi y ridículo. Investigando un poco encontré que, en realidad, ésto tenía un nombre: "Síndrome Sendhal".
También conocido como el estrés del viajero, se trata de una situación anímica que se produce al observar obras de gran belleza, sobre todo en un corto espacio de tiempo y en una misma ciudad. Los afectados por el empacho artístico presentan varios síntomas de aparición súbita: angustia, excitación alternante con depresión, obnubilación, temblor, palpitaciones, sudoración y zumbido de los oídos.
Estos síntomas aparecen descritos por primera vez en Naples and Florence: A Journey from Milan to Reggio, obra del novelista francés Marie-Henry Beyle (1783-1842), más conocido como Stendhal, tras su visita a Florencia en 1817. Pero el cuadro clínico que acompaña a este síndrome no fue establecido hasta 1979 por la psiquiatra italiana Graziella Magherini.
"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".
Quizás parezca algo exagerado pero, en realidad ¿Jamás les ha pasado algo parecido? Es decir, encontrarte ante cierta belleza que te deje sin aliento. Por supuesto cualquiera podría recurrir a situaciones como el encuentro con una obra de arte o similar.
Arte Vídeo Jueguil |
Por supuesto, ésto suele ser muy personal y lo guardamos con nosotros sin compartirlo.
Con lo anterior quizás se pudiera entender, como síntesis de la dialéctica entre doxa y crítica, que la belleza cae en el subjetivismo. Aunque la verdad no sea así, el arrebato estético sí que lo puede ser.
Y tú ¿Has tenido alguna experiencia similar? ¿Cómo ha sido tu experiencia? Cuéntame sobre tu momento Stendhal.
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